San José
de Calasanz nació en Peralta de la Sal (Huesca) el 31 de julio de 1557. Su
fiesta litúrgica, como acontece con la gran mayoría de los santos, se celebra
en el día de su muerte -“dies natalis”-, que tuvo lugar en Roma el 25 de agosto
de 1648. La Orden de los Escolapios fue fundada por él en los primeros años del
siglo XVII. En el año 2017, se cumplieron 400 años del nacimiento de las
Escuelas Pías, por él auspiciadas, y 250 años de la canonización del santo.
Pionero de
la educación para todos, precursor de la pedagogía moderna, protagonista
-aunque poco conocido- de la transición del renacimiento a la modernidad,
defensor de los pobres y de los enfermos, un segundo santo Job son algunas de las
frases y de los rasgos que definen a este aragonés afincado en Roma, que rompió
moldes, que imitó y se inspiró en los mejores santos de la historia de la
Iglesia -como San Francisco de Asís– y a quien el Papa Pío
XII, en 1948, le declaró patrono de los escuelas de las Escuelas
Cristianas.
Noventa y
dos años vivió San José de Calasanz, 58 de ellos en Roma. Allí, en el corazón
mismo de la ciudad eterna, junto a Plaza Navonna, se conservan sus reliquias en
la Iglesia de San Pantaleón. La pequeña calle por la que se accede a la
comunidad escolapia romana lleva el nombre de “Calasanz”, lo que significa el
impacto y la huella que el santo de Peralta de la Sal dejó en la capital de la
cristiandad.
Como queda
dicho, en 1577, probablemente el día 31 de julio, en la localidad oscense de
Peralta de la Sal -actualmente perteneciente a la diócesis de
Barbastro-Monzón-, el menor de ocho hermanos, nacía José de Calasanz. Su padre
era el gobernador de la región y deseaba que su hijo fuese militar. Pronto
destacó por su piedad y amabilidad y su vocación sacerdotal llegó tras una
grave enfermedad de juventud y la promesa efectuada a Dios si sanaba de la
misma. Con anterioridad, había estudiado en las universidades de Lérida,
Valencia y Alcalá de Henares, donde se doctoró en Teología.
Fue
ordenado sacerdote en 1583 y sirvió a las diócesis de Lérida y Urgell. Siendo
vicario general de esta última, decidió marchar a Roma en un busca quizás de
una canonjía o siguiendo tal vez un mayor impulso sobrenatural. En 1592 reside
ya en Roma. Pronto se hace socio de una cofradía dedicada a enseñar el
catecismo a los niños y pronto también descubrió la gran pobreza material,
espiritual y educativa de la infancia romana. No bastaba con enseñarles el
catecismo los domingos: los niños necesitaban educación y escuelas durante el
resto de los días de la semana.
Roma tenía
entonces unos 100.000 habitantes. Convivían la opulencia y la pobreza, la
cultura y la ignorancia extremas. En uno de los barrios más populares y
castizos, en el Trastevere, abrió el 27 de noviembre de 1597 dos clases para
niños pobres, que con el tiempo serían las primeras Escuelas Pías. Estas
escuelas eran las primeras escuelas libres y gratuitas de Europa, adelantándose
dos siglos a la proclama al respecto de la Revolución Francesa y un siglo a su
efectiva y progresiva entrada en vigor. En 1612 -este mismo año Calasanz
compró el palacete de la Iglesia San Pantaleón, junto a Plaza Navonna, y abrió
en él varias aulas educativas- las escuelas de Calasanz atendían ya a 1.200
niños y cuatro años después a 1.500, en torno a un cuarto de los niños pobres
de Roma.
En 1621 el
Papa Gregorio XVI transforma las Escuelas Pías en congregación
religiosa. Orden de Clérigos Regulares Pobres de las Escuelas Pías será el
nombre oficial de la Congregación, dedicado a María Santísima, de la que el
santo era muy devoto. El será su primer superior general.
Mientras
tanto, también las envidias y las calumnias se desatan en torno a Calasanz y a
su obra. La aristocracia no veía con buenos ojos la instrucción de los pobres.
Decían “si los hijos de los sirvientes reciben instrucción, ¿quién nos harán
los zapatos?”. Dos Papas envían, por sorpresa, a cardenales para que
inspeccionen las escuelas. El resultado de estas inspecciones confirma la obra
y los Papas apoyan a Calasanz. Incluso otro Papa le ofrece el capelo
cardenalicio, que Calasanz rehúsa humildemente.
Con todo,
la cruz acompañó de manera especial los últimos años de su vida: un accidente
con una campana, que rompe una de sus piernas, hace quebrar su salud del
cuerpo, mientras que su salud del alma es amenazada por un colaborador suyo,
que, a base de mentiras y artimañas, logra que, durante un tiempo, Calasanz sea
desposeído del cargo de superior general de los Escolapios. Esclarecida la
verdad, Calasanz recupera el ejercicio de su servicio y poco después, el 25 de
agosto de 1648, fallece en Roma, en San Pantaleón, a los 92 años.
La frase
“Nacido para Educar” fue en 2007 el lema elegido para celebrar el entonces 450
aniversario del nacimiento de su fundador. Esta frase se complementó con esta
otra: “Educar es amar”. Ambas frases mantienen toda su validez. Y es que, como
señaló el en 2007 padre general de las Escuelas Pías, el navarro Jesús
María de Lecea, la educación fue, junto al amor a Dios y el amor a los
niños pobres, uno de los grandes amores de su vida, uno de sus pilares.
“Piedad y
letras” fue el primer emblema de la obra calasancia, actualizado ahora en la
frase “Fe y cultura”. La historia de la educación y la misma historia de la
Iglesia en el servicio de ésta a la sociedad encuentran en Calasanz uno de los
más esclarecidos modelos del educador cristiano. Las características y rasgos
esenciales de este servicio y carisma calasancio a la educación son el
establecimiento de la educación gratuita para todos, la opción preferencial por
los niños pobres, la división en distintos grados y niveles educativos,
progresivos y correspondientes a edades y conocimientos, la instrucción
científica seria, abierta, rigurosa, completa e interdisciplinar, la necesidad
de que la educación prepare y sirva para la vida, la utilización de un método
didáctico breve, sencillo y eficaz, la dotación de un plan educativo común para
todas las escuelas y la vibración y constante presencia de la dimensión
evangelizadora en todo el proceso educativo.
De este
modo, el ministerio de educar -con palabras del propio Calasanz- “es el
más beneficioso, útil, necesario y natural” de todos y nada le producía a
Calasanz mayor alegría que “saber del aprovechamiento de los alumnos”.
Otras de
las máximas educativas de Calasanz rezaba que “un maestro a lo sumo a 50
alumnos”. Los niños comenzaban a ir a sus escuelas a los 6 años y había nueve
cursos, divididos en los niveles de educación primaria y educación secundaria.
En sus primeros años, los cursos contaban con 248 días lectivos, de los cuales
55 eran solo por la mañana. Los niños aprendían a leer y a escribir
con “Los Diálogos” de Vives, aprendían también cuentas -lo que
luego se denominará asignatura de Matemáticas- y recibían asimismo Doctrina
Cristiana y Música, ya que “con un poco de música que aprendían se ganaban el
pan”.
Formado en
la escuela de los grandes maestros espirituales y santos españoles
como San Juan de Ávila, Santa Teresa de Jesús, Bernardino de
Laredo y Luis de Granada, en Italia conoció y continuó la obra
del gran educador de los jóvenes que fue San Felipe Neri y fue
coetáneo de San Camilo de Lelis, el fundador de los Religiosos
Camilos Ministros de la Buena Muerte, con quien colaboró sirviendo a pobres,
enfermos y apestados. Otro gran santo italiano, San Alfonso María de
Ligorio, en el siglo XVIII, se inspiró en Calasanz.
Testigo y
servidor excepcional del amor, San José de Calasanz, canonizado por el
Papa Clemente XIII en 1767, afirmaba que la perfección religiosa
“no está en los méritos, en ser sacerdote, confesor o predicador, sino en amar
a Dios”. La perfección está en “hacer con mayor fervor lo que manda la
obediencia sólo por amor de Dios. Y esto tanto lo puede hacer un rudo como un
insigne doctor”. Y su amor se tradujo y se concretó en educar. Nacido para
educar, hizo de la educación su amor y su servicio. Un servicio de amor que ahora
continúan los 1.400 escolapios dispersos por 34 países de todo el mundo y las
religiosas Escolapias, fundadas en el siglo XIX por la santa Paula
Montal, que comparten carisma, servicio y amor. Y el 15 de octubre próximo
será beatificado el escolapio Faustino Míguez, fundador del Instituto
Calasancio Hijas de la Divina Pastora.
Cronología básica para conocer su vida
1557: Nace
el día 31 de julio en Peralta de la Sal.
1583: Es
ordenado sacerdote. Sirve en las diócesis de Lérida y Urgell.
1592: Se
traslada a Roma.
1597: En
el Trastevere, el día 27 de noviembre abre sus primeras escuelas.
1612: Adquiere
el palacio e iglesia de San Pantaleón, junto a la Plaza Navonna de Roma, donde
establece su residencia y abre nuevas escuelas.
1621: Las
Escuelas Pías de José de Calasanz son convertidas por el Papa Gregorio XVI en
una Congregación Religiosa.
1648: El
día 25 de agosto fallece en Roma. Tenía 92 años.
1767: Es
canonizado por el Papa Clemente XIII.
1948: El
Papa Pío XII lo declara patrono de las Escuelas Cristianas y establece su
fiesta el día 27 de noviembre, en recuerdo de la fecha de la apertura de sus
dos primeras Escuelas Pías. Tras la reforma litúrgica posterior al Concilio
Vaticano II, su fiesta litúrgica se fija en el día 25 de agosto.
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