Palabras del Santo Padre:
En la petición de aquellos
griegos podemos ver la súplica que muchos hombres y mujeres, en todo lugar y
tiempo, dirigen a la Iglesia y también a cada uno de nosotros: “Queremos ver a
Jesús”. ¿Cómo responde Jesús a esta petición? De un modo que lleva a reflexionar.
Dice así: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre […] Si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da
mucho fruto» (vv. 23.24).
Estas palabras no parecen
responder a la petición que habían hecho aquellos griegos. En realidad, van más
allá. De hecho, Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo, es
la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto. Como diciendo: si queréis conocerme, si
queréis comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, es decir,
mirad la cruz. Cabe pensar en el signo de la cruz, que a lo largo de los siglos
se ha convertido en el emblema por excelencia de los cristianos. Quien también
hoy quiere “ver a Jesús”, tal vez proveniente de países y culturas donde el
cristianismo es poco conocido, ¿qué ve en primer lugar? ¿Cuál es el signo más
común que encuentra? El crucifijo, la cruz.
En las iglesias, en los hogares
de los cristianos, incluso colgado en el pecho. Lo importante es que el signo
sea coherente con el Evangelio: la cruz no puede sino expresar amor, servicio,
entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el “árbol de la vida”, de la
vida sobreabundante. (Ángelus, 21 de marzo de 2021)