BASÍLICA DE SAN JUAN DE LOS FLORENTINOS

Poco podían imaginar los hermanos de la Arciconfraternitá di San Giovanni della Pietá dei Fiorentini (una cofradía de nacionales o de naturales de Florencia instituída en Roma tras la epidemia de peste de 1448), que tras siglos de historia, su bello templo ribereño albergaría una de las creaciones más depuradas del arte y la devoción populares, como es un paso de palio andaluz. En competencia con su secular historia, la no menos centenaria tradición de nuestras cofradías cruzará de una península a otra, en las riberas del Mare Nostrum, para obrecer bajo sus bóvedas la singular belleza de tan aquilatada creación devocional.

Los papas mediceos (vástagos de la familia Médicis, gobernantes de Florencia) dieron un definitivo impulso a la construcción de un nuevo templo para esta congregación durante el siglo XVI. La apertura de la Via Giulia en 1508 por el arquitecto Bramante y la voluntad del Papa Julio II señaló el sitio idóneo a las orillas del Tíber. Durante un siglo, la iglesia de los florentinos, bajo la advocación de San Juan Bautista (patrón de la capital toscana), se fue elevando según proyectos sucesivos o modificados de Sansovino, Sangallo, el propio Miguel Ángel y Maderno, concluyendo als obras en 1614. Al último de los arquitectos citados se debe la esbelta cúpula sobre tambor octogonal, con un perfil brunelleschiano de innegable filiación florentina, La fachada de travertino fue construída en 1734 por Alessandro Galilei, con esculturas alégoricas de Filippo della Valle.

El interior sorprenderá al peregrino por la monumentalidad característica de las iglesias romanas. El módulo de medida de nuestra Granada quedará pronto desbordado a poco que el visitante se preocupe en conocer algunos de los numerosos templos de la Ciudad Eterna. Igualmente le llamará poderosamente la atención la profusión, riqueza y variedad de mármoles empleados en su decoración, no sólo en retablos, sino en paramentos enteros. Esta iglesia de San Juan Bautista presenta planta de cruz latina, con tres naves y capillas laterales. Éstas están dedicadas, comenzando por la derecha a San Vicente Ferrer, San Felipe Benicio (originalmente de San Simón y San Judas Tadeo, con frescos de Oracio Gentileschi del siglo XVII), San Jerónimo, San Felipe Neri, San Francisco de Asís (ya en el lado izquierdo), San Antonio Abad y San Lorenzo, Santa Magdalena de Pazzis y San Sebastían.

En la capilla mayor, consgrada lógicamente al Bautista, intervino el arquitecto Francesco Borromini, autor de la cripta elíptica de la familia Folconieri, debajo de ella. El altar, con retablo de mármol rojizo, está presidido por un grupo escultórico en marmol blanco del Bautismo de Cristo, obra de Antonio Raggi. Sobre la capilla, la cúpula se adorna con casetones dorados y policromados en forma de estrellas de ocho puntas, que al peregrino granadino le traerán recuerdos alhambreños. A la derecha, una capilla conmemora la Virgen con el Niño, en una pequeña pintura de escuela toscana del siglo XV. En el crucero, la misma riqueza de retablos marmóreos acoge a los altares de San Cosme y San Damián (lado derecho) y la Magdalena (lado izquierdo).

Por la nave diferentes monumentos funerarios, las lápidas dedicadas a los arquitectos Maderno y Borromini, y dos bustos de bienhechores de la Archicofradía, obras nada menos que del gran escultor Gian Lorenzo Bernini, distraerán la atención del visitante. Entre sus elevadas naves, un nuevo monumento completará durante unos días la decoración de la iglesia de los florentinos, un monumento móvil consagrado a la Virgen: el paso de palio de María Santísima del Mayor Dolor.
Escrito de Juan Jesús López-Guadalupe Muñoz.


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