PREGÓN 75 ANIVERSARIO FUNDACIONAL

En Granada, a 15 de Mayo de 2010

TRES AMORES.

Reflexiones para voz, orquesta, coro y solistas.

Mi querido profesor y hermano mayor -y no necesariamente en ese orden, puesto que nunca fui a tus clases en la Facultad (soy de Letras y de la Complutense)-: dicen que dijiste que podía dar el mejor pregón, coincidiendo con las dos efemérides (la del Colegio y la de la Hermandad; 150 años de educación y 75 de devoción).

Dicen que dijiste que se unían en mí las dos características fundamentales para afrontar este reto: el ser alumno, con “babi” a rayas, desde Párvulos hasta Preuniversitario (ambos inclusive), y el haber vestido el hábito nazareno desde los siete años hasta que los hombres quisieron (porque Dios, estoy seguro, no tuvo nada que ver con aquello).

Dicen que dijiste que no habría problema en convencerme, puesto que, con la ayuda de los que se consideran amigos, aceptaría romper mi promesa de no contar ni cantar en un estrado las cosas de nuestra Semana Santa hasta que una mujer desgranara los secretos y hechos de nuestra Pasión en el auditorio oficial.

Pues no digo que te equivocaras, pero sí afirmo que te faltó la razón última de las tesis, el secreto que siempre oculta el investigador: yo quería estar aquí para confesar tres amores: el mariano, el escolapio y el humano… Porque no sólo es sitio oportuno, sino que, gracias a tus palabras, consideré entonces que había llegado el momento de desnudar el alma ante todos vosotros (representantes diversos de una de las tradiciones más arraigadas en nuestra ciudad: la escolapia).

Entended, pues, lo que sigue como la verdadera historia de los sentimientos, sueños y realidades de un granadino, de a pie, que aprendió de sus maestros a utilizar el idioma de Cervantes -en vez de las tijeras- como arma arrojadiza contra el “pero” del bulo y la maledicencia.

¡No esperéis, ciertamente, un pregón o exaltación al uso y dentro de las buenas costumbres! Os invito, por el contrario, a acompañarme en un viaje, que yo considero maravilloso, donde sólo necesitareis dos trajes en vuestra maleta: uno a rayas azules y blancas; y otro, negro y blanco.

Pido que el Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima del Mayor Dolor sean nuestros guías en este camino, y que San José de Calasanz nos dé la mano para no equivocar la senda, como cuando, subido en uno de los leones del patio más famoso del mundo, esperaba, ansioso, la foto de aquella Leica magistral, la de mi padre, que tantas y tantas imágenes recogiera por jardines, fuentes y espacios de una Granada que fue, es y será un conjunto de sonidos húmedos, de belleza magistral, pero de muy difícil comprensión. 

1. --- EN LOS JARDINES DE GRANADA - BANDA MUNICIPAL---.

Excelentísimo…; Reverendo padre…; Hermano mayor; dignidades y cargos (antiguos y actuales) de la Hermandad; cofrades; señoras y señores:

Les decía que ha llegado el momento de publicar mis tres amores, como, cuando de pequeño, en esta misma iglesia y en aquel confesonario entonaba la bien aprendida lista (en clase de Religión, con el padre Rogelio) de mis “pecadillos” de colegial.

EL AMOR MARIANO.

Y fue precisamente este sacerdote, hombre de paz donde los hubiera, quien, a fuerza de paciencia y consejos, me enseñó a amar a María Santísima en su visión del Mayor Dolor; y, por su mediación, a proclamar mi fe en Jesús en su momento de la Expiración.

De reojo te miraba, Señora, mientras me caían unos cuantos Padre Nuestro y Ave María, en justa compensación por preguntarme el por qué de las actitudes (que yo consideraba, entonces, intransigentes) de los que se habían empeñado en educarme para la Vida Eterna, cuando a mí me parecía mucho más interesante jugar a las bolas en el patio del Colegio, pedirle a Pico “el mandaico” de pipas o salirme de la fila camino de la primera clase de todos los días.

Y esperaba la bendición para cumplir rápidamente con la penitencia, porque sentía y siento, Reina de los Cielos, que no mereces ni el más pequeño disgusto de este contador de historias -que algunos llaman “periodista”-.

Esta fe, que ahora entiendo como bien aprendida, me ha llevado a proclamar, en todos los lugares que he podido, mis más profundas convicciones sobre el ser “virginiano”.

María Santísima ha querido bajar de su altar para ser llevada por cofrades y devotos a la Santa Iglesia Catedral; con el rozar el aire de estas o aquellas caídas; en paso dorado o bordado; con ángeles o santos como techo… ¡Qué más da! No veis que lo importante es que nuestra Señora quiere mostrarnos el camino de la Verdad.

Actitudes dispares, empecinamientos personales o caprichos de “capillitas” no caben delante de Ella, en este o en cualquier otro momento. ¡Que sólo tenemos que procurar su mayor gloria, sabiendo que esta es la última razón de nuestro deambular terrenal!

Afirman que de tanto pasar por el puente Romano, la Virgen fue a Roma (primer escalón, ni lo dudo, para lo que ha sido la declaración de nuestra Semana Santa como de Interés Turístico Internacional), y yo recuerdo la frase de otro escolapio insigne, Iniesta de apellido y andalucista de vocación, que afirmaba aquello de que:

En su tiempo, nos llegó al Colegio nada menos que la Virgen del Mayor Dolor, una de las imágenes más hermosas de la Semana Santa de la Ciudad. Cuando recaló en el templo basilio, atendía por <<de los Dolores>>. De algo habremos de acusarnos, arrepentirnos y corregirnos cuando se llama ahora <<del Mayor Dolor>>…

Porque no nos podemos perder sólo en el boato o en el artificio de lo visible, sino que cada una de nuestras acciones tienen que estar dictadas por el corazón, la verdad, la humildad, la esperanza y la caridad -virtudes que, por otra parte, no deben ser ajenas a nuestro quehacer diario: al “orar y trabajar” hay que añadir “enseñar y ayudar”-.

Confieso “llena eres de Gracia” haber participado en algunas de estas guerras sin sentido, y, lo que es peor, no haber impedido que otros participasen, sabedor de estar en posesión de la razón… Pero la edad y la meditación me han llevado a quedarme con el “saldo positivo de la historia”, recordando lo negativo sólo para no volver a repetirlo.

¡Bien sabes las veces que, mirada al suelo, he tenido que pedir tu intercesión para que el Hijo de Dios, en su infinidad bondad, perdonase mis atrevimientos mundanos!

Cada una de tus lágrimas (al verte rodeada de tus pequeños en las sabatinas) me recuerdan jornadas de vida en el beaterio del Genil: ante ti hice la Primera Comunión, celebrándola después en el claustro con chocolate, churros y galletas; me puse los primeros patines en la recién inaugurada pista de cemento, y tuve que ir seis meses seguidos al dentista; gané varios accésit, menciones honoríficas y órdenes de honor, y tuve que cambiar los consabidos vales de colores para evitar el tiempo extra de estudio bajo la atenta vigilancia del padre prefecto… Vendí bocadillos y caramelos para que todos los de mi curso pudiésemos ir de viaje de estudios; asistí, en la última fila, a las películas con cortes de besos apasionados; escuché atentamente la leyenda del túnel que unía Escolapios y Sagrado Corazón; en el salón de actos vi algún que otro concierto de Miguel Ríos:

Por entonces se decía que el rock and roll había muerto y que lo que triunfaría sería el twist, por lo que, deseoso de grabar a toda costa -según Wikipedia-, accedió a ser bautizado comercialmente como Mike Ríos, el Rey del Twist, nombre que dio título a su primera grabación y con el que se haría popular durante la primera mitad de los años 60.

Y ya, más muchachito, me hice seguidor de Antonio Machado y de su “Juan de Mairena”, porque la formación recibida, a fuerza de no ser ni de unos ni de otros, en ningún caso mojigata ni parcial, sólo tenía un punto irrevocable, aunque fuese dicho de muchas maneras: “a Jesús por María” (lema que nunca he olvidado, aunque, reconozco que por llevarlo a exceso, una de mis monjas de Zafra me riñe, de vez en cuando, recordándome que “lo que le agrada a la Virgen es lo que le agrada a su Hijo”).

Cuando el Cristo vuelva -decía Abel Martín, maestro de Mairena-, predicará el orgullo a los humildes, como ayer predicaba la humildad a los poderosos. Y sus palabras serán, aproximadamente, las mismas: <<Recordad que vuestro padre está en los cielos; tan alta es vuestra alcurnia por parte de padre. Sobre la tierra sólo hay ya para vosotros deberes fraternos, independientes de los vínculos de la sangre. Licenciad de una vez para siempre al bíblico semental humano>>.

2. ---PALIO BLANCO - BANDA MUNICIPAL---.

 EL AMOR ESCOLAPIO.

Dos sentimientos se mezclan en este amor tan especial -los que desearía siguiesen presentes por los siglos de los siglos-: Cofradía y Colegio (o, si lo prefieren, Colegio y Cofradía).

Ahora que en el nombre lleváis (llevamos) el título de Escolapia, parece que han vuelto los viejos tiempos de unión… Mas no olvidemos que, como a los vehículos, y ahora también, por obra y gracia del Ayuntamiento, a los edificios, siempre llega el tiempo de pasar la ITV.

Debemos revisar constantemente nuestros lazos de unión, insertándonos en las labores comunes de ambas instituciones, como si de una sóla se tratase… Espero, y propongo, que sea el momento de crear comisiones activas en las que desarrollar todas las acciones que, en beneficio de la sociedad cercana, puedan llevarse a cabo (y aquí debemos estar todos: los viejos y los nuevos, los “ex” y los actuales, los que sueñan y los nos abren los ojos a la realidad).

Si las palabras educación y formación son propias de unos, y las de hermandad y caridad de otros, es impensable seguir sendas distintas.

Recuerdo ahora uno de los momentos más emotivos, vividos en común… Había llegado el momento de subir al Señor de la Expiración a su paso… Juan Pedro escaló (con agilidad inigualable) este mismo retablo, colocando en la polea la soga, bien guardada, de año en año, para estos menesteres… La Cruz ya estaba cogida, pero el tornillo se resistía a dar libertad al divino prisionero… El hermano mayor de entonces, que sujetaba el otro cabo, comenzó a tirar con fuerza… A todas luces, faltaba la voz que coordinara los esfuerzos, para evitar lo que se presuponía como un incidente de desenlace fatal… Y llegó de dentro, con un llamamiento a la unidad: ahora tú; después tú; gira…

¡Nuestro Señor se salvó ese año de pasar por la enfermería de un buen restaurador!

Comprenderéis que cada vez que revivo aquel momento, ahora que el protocolo y las técnicas son otras (indudablemente mejores), no pienso sino en la importancia de la unidad en cualquier labor humana -aunque esté relacionada con lo eterno-, pues por encima de normas y reglamentos la balanza del Juicio Final se inclinará por el peso de las obras realizadas para el bien común.

Crecer en lo personal es importante, pero tanto en cuanto ese afán pase de individual a colectivo… Que “para servir, hay que servir”.

Por ejemplo, cantar las Glorias de María una vez al año, sin poder demostrar las virtudes de cada momento, es algo que no he podido entender nunca. A la reina hay que adorarla todos los días (cada minuto de nuestra existencia), en el quehacer diario, en el descanso, en el sufrimiento o en la alegría; con el alma abierta a cualquier buen viento de lealtad a nuestras creencias más firmes.

Cádiz, otra de mis tierras de acogida, lo sabe muy bien a fuerza de escuchar los cantes de ida y vuelta… No debemos cerrarnos a los nuevos aires (aunque lleguen con la fuerza del ciclón); reconstruir es tarea de titanes -y, a veces, mucho más difícil, y mucho más agradecida, que simplemente construir-: un gran amigo me contaba el otro día el cómo los materiales y la técnica constructiva antigua funcionaban mejor, a lo largo del tiempo, que lo moderno… Las creencias bien basadas resisten al tiempo y a los ataques de los agentes exteriores.

Crear una nueva fe, una nueva hermandad, una nueva sociedad… ¿Es que todos los anteriores estaban equivocados? Ciertamente no… Debemos mirar en nuestro interior y, en examen de conciencia, valorar lo que de realidad hay en nuestros pensamientos y acciones y lo que, por el contrario, de orgullo están llenos.

Se afirma que el único pecado que no se puede perdonar es el que tiene como siniestro objetivo al Espíritu Santo (negar la existencia de lo obvio)… Y yo os digo que, en lo terrenal, la traición imperdonable es la falsedad de las posiciones.

Por eso no os extrañe que os recomiende (me recomiende) tener las manos siempre abiertas para unos y para otros, para los que nos aman y para los que nos odian, para los que nos alaban y para los que nos denostan, porque nuestro objetivo final en este planeta azul no es, ni más ni menos, que dar testimonio de ese hombre-Dios que tan bien plasmó un “cateto de Churriana” (maestro de maestros en el arte de la inspiración divina).

Y no os quepa duda que, como se dice de una gran mujer -que detrás de ella siempre hay un gran hombre (o que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer)-… Detrás de una gran cofradía está el trabajo de todos los hermanos que han sido y son, con sus aciertos y desaciertos, ¡que ninguno de nosotros tenemos el nombramiento de jueces de lo eterno ni la virtud para tirar la primera piedra!

Afirmas que “diste”, que “hiciste”, que te “entregaste”… ¿Qué buscas? ¿La “medalla” humana”?... Piensa que, a lo peor, su peso te impide hacer el mejor viaje.

¡Amor de los amores!, seguiré pregonándolo en todos los foros en los que se me permita: cuánto tenemos que aprender de tu esperanza infinita… Nunca dudaste de bajar de tu trono de majestad para acoger, solícita, a aquel que te había negado una y mil veces.

Contigo no valen las imágenes trucadas con el mejor programa informático… Las intenciones pueden resultar engañosas para los mortales, pero nunca para ti.

Nos vanagloriamos de haber tomado una postura en razón “a la obediencia debida”, pero no hemos sido capaces de defender, antes, en el foro necesario la verdad de nuestras intenciones… Desde muy pequeño me educaron “en democracia a la griega”: el ágora está para contraponer ideas, y las Termópilas para defender, en unidad, toda una civilización.

Fijaros que cuando salíamos por las tardes de clase, y después de merendar pan con chocolate, me tocaba siempre hacer de portero en improvisado partido de fútbol (yo era el más pequeño de aquella pandilla del barrio del Sagrario)… Hasta que, un día, con más suerte que habilidad, le paré tres penaltis seguidos al capitán del equipo contrario, y, no me preguntéis por qué, ahí acabó mi historia y afición futbolística: nunca más me seleccionaron.

El sentimiento se está partiendo en pedazos al mirar, cara a cara, todos aquellos recuerdos de lo que fue y no pudo ser; y sin arrepentirme de lo que no hice, analizo lo dejado por hacer.

Siento, así, que es ahora cuando tendría que hablar de ellas y de ellos -de todos nosotros- como integrantes de una asociación de fieles: nazarenos, costaleros, camareras y “simpatizantes”.

Sería el momento de loar las virtudes, de cantar los esfuerzos, de dejar claro el papel de todos.

Pero prefiero, aun a riesgo de equivocarme, seguir manteniendo un criterio de unidad… No dudo que sea necesaria una educación particular para cada oficio, pero siempre y cuando esta tenga sus bases en la universalidad… Me explicaré: cada uno a su oficio, pero todos hacia un horizonte común.

Los padres escolapios -¡cuántas veces me pregunté si eran curas como los otros!- me iniciaron en Literatura y Matemáticas, en Arte y Química, en Filosofía y Ciencias, para acabar siendo tan sólo un contador de historias escuchadas de otros.

Es lo mismo que debía suceder en nuestras corporaciones: la devoción o la entrega no bastan, nuestro empeño tendría que tener unas miras mucho más amplias y mucho más fundamentadas.

Sin ruedas no anda un carro… Sin tracción, tampoco… Pero mover un carro sin carga, sería de insensatos.

Me lo enseñó el padre Gabino, cuando quise “colar” como mía una acuarela que, a todas luces, había sido creada por otra mano mucho más experta en el arte de retratar la belleza.

Y en la exposición de los trabajos de fin de curso, que se realizaba entonces en la amplia entrada del nuevo edificio, todo lo colgado tenía su cartela con el nombre y curso del autor…; la mía tenía un texto un poco más largo: empezaba por la frase “atribuido a…”.

Quizá lo haya dicho ya, pero no me importa repetirlo: con decretos o mandatos no se hace familia, sólo se construyen dictaduras, que el tiempo, siempre, convierte en cárceles de la libertad que no nos son propias.

Lo grave, aunque sí lo sea, no es vender a nuestro hermano por un puñado de monedas… Lo grave es que esta deleznable actitud lleve intrínseca la marca de la ambición.

Es justo querer mejorar las cosas… Y es sumamente injusto ponerse el disfraz de cordero con la única intención de “robar” la túnica de los elegidos.

Y no defiendo la obediencia debida; defiendo el orden general a la búsqueda del bien común.

María Santísima del Mayor Dolor ha llegado a las puertas del templo metropolitano… Para algunos de los ocupantes de los palcos de las Pasiegas, Ella es pequeñita, dulce, granadina de las orillas del Genil… Y, sin embargo, las mil y uno cohortes de los ángeles del cielo se han puesto a sus pies, adorando a la bendita entre todas las mujeres,

¡Qué diferencia de ver las cosas! Nosotros nos fijamos en el adorno floral, en el manto (bordado por casi divinas manos), en los faroles albaicineros, en el primoroso rostrillo o en la candelería que ilumina la noche de nuestra ciudad… Ellos, sólo contemplan a la Madre de Dios y Madre nuestra, en el momento sublime de la muerte de su Hijo, para la resurrección eterna de todos los habitantes de este valle de lágrimas.

Y en el altar mayor espera la primera dignidad de la Metropolitana para verla pasar en su majestad -que ya le ha rezado al Cristo de sus entrañas- en apenas una presentación propia de la Casa de David: María no puede pararse, sabe que está a punto de morir el hombre-Jesús, y, durante tres días, Ella tendrá que ser el sustento de la fe de toda la incipiente Iglesia.

Así, no os extrañe que cada día pida al Espíritu que nunca permita que me atenace la misma duda que a la mayoría de los sevillanos: que si Macarena o Trianera… Que el Amor es fiel por naturaleza y por decisión.

3. ---MAYOR DOLOR - BANDA MUNICIPAL---.

EL AMOR HUMANO.

Quizá no se entienda, a pesar de todo lo dicho, que la mayoría de todas la veces me declare “solamente cofrade consorte”, pero todo tiene su explicación, y no voy a ser yo, precisamente, quien os vaya a privar de ella.

La frase no es mía, sino de un príncipe de la Iglesia: “Si Dios ha querido que os abramos las puertas, cómo vamos a cerrarlas de nuevo nosotros sus siervos”.

Aquel año llovía de manera impenitente, y a cobijo de un pequeño paraguas -de esos que sólo tienen un uso- tuve la oportunidad de recordar con ella mil y un momentos vividos en esta tierra de mil culturas (que Granada tiene casi tantos antecesores como habitantes hay en su padrón).

La cosa (no os voy a engañar) comenzó relativamente complicada, porque la primera imagen fue la negativa de amparo recibida por el primero en dignidad, cuando, meses atrás, se puso en duda mi matrimonio ante la sevillana Señora de la Encarnación…

Bien es verdad que fue un momento liviano y pasajero -al modo del equipaje que siempre debe estar preparado-, por lo que, enseguida, tonos y formas cambiaron radicalmente.

Vimos a las camareras de la Hermandad calentando caldo y rellenando bocadillos en el zaguán de la parroquia… A Pepe Gutiérrez y a su hijo, apretando tornillos y cambiando tuercas… A Joaquín Melgar (que hoy nos escucha desde el Cielo), ofreciendo el último alfiler del rostrillo inmaculado… A las “Anas”, llenando de olor la parihuela… A Quico, haciendo sus primeros pinitos musicales con un organillo de juguete… A Manolo, sentado en ese primer banco de privilegio… Nos vimos entre los nuestros, compartiendo amor por encima de cualquier otro sentimiento.

Y es que el amor humano no es contrario al amor divino, sino que ambos navegan juntos por, al menos, los mares del Sur.

Permitidme que ahora os anuncie una buena nueva que hace aún más sólidas mis afirmaciones: nosotros seguimos siendo escolapios por encima de cualquier papel, porque las inspiraciones del Eterno no tienen fecha de caducidad y están escritas con sangre indeleble.

¡Señor secretario: te pido que así tomes cumplida nota!

A corazón abierto redactaría, aquí y ahora, el acta de estos tantos años junto a mi compañera, pero aún no ha llegado el tiempo de las obras completas y prefiero esperar al final prometido por los siglos de los siglos (porque cualquier historia sin final no tiene moraleja, ni es motivo de divulgación).

A cambio, os voy a leer una carta recibida hace relativamente pocos días (apenas pasada la Pasión), y que no me importaría fuese el epílogo de mi acontecer:

Mi querido escolapio:

Te imagino delante del micrófono -delante del altar donde tantas veces has rezado-, y muy bien acompañado, me han dicho, por nuestra estupenda banda municipal…

Y estarás feliz hablando de lo divino y de lo humano.

Para lo primero, basta arrullarte en el cariño de esos titulares que amas sin reservas; y de lo segundo, del quehacer humano, ¡ay si pudiéramos contarlo todo!

¿Te acuerdas, escolapio, de aquellas noches pertrechados en el sótano, sobrellevando, que hay que decirlo así, las larguísimas juntas directivas en las que tantas cosas había que decir?

¿Te acuerdas, escolapio, de lo jóvenes que eran aquellos costaleros que, hay que decirlo, miran que eran protestones?... Ahora son hombres hechos y derechos y con sus propias familias. Más formalitos. Alguno hasta ha llegado a concejal.

Ay, cómo te acordarás, de estos, casi niños, tonteando como se decía en nuestra época; con las novias esperando que terminaran de portar emocionados esos pasos cargados de sacos, en las frías noches de la Cuaresma.

Cuando se habla de amor, pensamos en nuestro Cristo y en nuestra Virgen, pero no se puede olvidar el amor a las personas que nos rodean. Y en una cofradía, como también en ese colegio del que tan buenos recuerdos conservas, ha habido mucho amor, tanto, que hasta las peleas eran de órdago.

Te hablo de hace unos veinte años cuando volviste a la ciudad; cuando todavía estaban las aulagas y las bengalas; y la cofradía de los Escolapios marcaba tendencia.

¡Madre la que se formó después para que se quitaran! Que si no es serio, que en Sevilla nadie haría eso… Y tú que tienes cerca a una sevillana te reías pensando; pues vale.

Te hablo de cuando ese grupo de jóvenes formaron un coro rociero, Aulaga -no podía llamarse de otra forma- que se estrenó dando alegría a los mayores del cercano Refugio, donde, por cierto, había un Cristo precioso, ¿te acuerdas?

Te hablo de cuando las cruces no tenían orden ni concierto, y se montaba una barra de hasta cuatro días -entonces el botellón no nos amenazaba-, donde hombres y mujeres de la hermandad convivíais para sacar el dinerillo necesario para salir sin problemas a la calle. Se ganaban pesetas, pero sobre todo se ganaba unión.

Te hablo, mi querido amigo, de cuando te hicieron fiscal de honor y de cuando, gracias al cuerpo de camareras, las relaciones con Aviación, nuestro hermano mayor honorario, se intensificaron con la mujer del coronel presidiendo la salida.

Pero, sobre todo, quería recordarte a ti, y a quienes te escuchan, que la pasión que hay en un colectivo como el vuestro, nunca debe ser mal canalizada.

Me explico, porque igual no te acuerdas: mira que había broncas…, pero casi ninguna tan importante para romper lo más hermoso que existe, el amor.

Te digo una cosa: no te vayas a poner muy sentimental; que sé que te puede el corazón. Un corazón que se pone henchido cuando ve al más bello Crucificado y a la reina de Roma y que, aún, guarda un rinconcito para ese Mayor Dolor que se venera en el Colegio, la Virgen chiquita de mirada inolvidable.

Te estoy viendo en una foto de tu primera comunión. Es de uno de los periódicos del “cole” que amorosamente conserva Manolo Linares.

Hoy tu foto es cantando a tu hermandad y a tu cariño escolapio… Hay quien todavía no se lo cree, pero sé que hoy podrás convencerlos… Pase lo que pase, el amor lo puede todo; porque, simplemente, el AMOR LO ES TODO.

4. ---A TI VIRGEN - BANDA MUNICIPAL---.

Y, POR FIN, LOS TRES AMORES.

Vuelvo a estar en la otra orilla del río-muralla… Parece que han pasado todos los siglos… Y ante mí (¡excelsa visión!) desfila el ejército angelical del maestro López Vázquez, arropando a la Estrella de las Nieves -nombre muy secreto del Mayor Dolor-, resumen de todos los amores que fueron, son y serán en el universo infinito.

La torre enmarca la Sierra… El viento, acaricia a la ciudad… A la izquierda, Alhambra y Generalife, cuidan para que nadie importune el momento… La Vega ha callado todos sus rumores… Y el agua del tan nombrado río se ha convertido en escarcha.

He vuelto a coger, en paseo imaginario, el invento infernal -según mi tía-abuela- llamado “jardinera”, para ir desde la Gran Vía al Humilladero (os recuerdo que aquella Granada acababa, al Norte, en Puerta Elvira; al Sur, en la Biblioteca; al Este, en la Bomba; y al Oeste, no mas allá del “convento de las arrecogidas”).

Y en los jardincillos he repasado cincuenta y siete años de vida (curiosamente los mismos números -cambiados, eso sí- que uno de los aniversarios que estamos celebrando)… Cincuenta y siete años de amores que nunca podrán ser sustituidos por ningún otro sentimiento, porque lo vivido, como la Historia, no debe interpretarse con parcialidad.

Somos herederos de nuestros hechos, pero libres para reconducir nuestras acciones:

Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor…

5. ---HIMNO EUCARÍSTICO - BANDA MUNICIPAL---.

Hermano mayor: en el minuto final, no sé si tendrás la sensación de haberte equivocado en el nombramiento de pregonero para tan importante momento como es el 75 Aniversario de la Hermandad y el 150 del Colegio, pero sí puedes estar seguro de que has hecho un bien inmenso a un ya viejo escolapio, de Colegio y Hermandad, que ha tenido la oportunidad de confesar sus sentimientos y pasiones por estos TRES AMORES, nacidos, como él, en Granada…, por Andalucía y por España… Porque, como en el “Santo Dios” (hoy himno de nuestra Patria),

Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos…

6. ---SANTO DIOS/HIMNO DE ANDALUCÍA – BANDA MUNICIPAL---.

A última hora, me comenta Fernando -cabeza de una especie en extinción, llamada “de la buena gente”- que también sería importante que hablara del cartel que se ha editado con motivo del Aniversario, pero creo que, a estas alturas, ya lo he dicho todo (o casi todo) sobre lo en él reflejado: entrega de Jesús; esperanza de María; fe de los Escolapios…

Así, pues, que el Santísimo Cristo de la Expiración nos bendiga a todos, bajo la intercesión de María Santísima del Mayor Dolor, y con la ayuda de San José de Calasanz.

He dicho…; se ha interpretado y cantado… ¡Amén!

D. Ramón Burgos Ledesma


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