Con el recuerdo aún vivo de
nuestra propia peregrinación a Roma, no podemos sino enviaros nuestros mejores
deseos en vuestra estancia y procesión por la Ciudad Eterna. Que esta
experiencia sea para vosotros tan inolvidable, fecunda y llena de gracia como
lo fue para nosotros. Que cada paso en las calles romanas sea una oración
compartida y cada instante vivido, una experiencia única de fe, oración y
testimonio público; un regalo espiritual que quedará grabado para siempre en el
corazón de todos vuestros hermanos.
Vuestra presencia engrandece este
Jubileo, es una forma muy nuestra de mostrar el peso y la belleza de la cruz y
el consuelo de María. Nos llena de orgullo saber que sois ahora portadores de
esa llama que con tanta devoción encendimos tiempo atrás y gracias a vosotros
vuelve a resplandecer incandescente en el centro de la cristiandad, siendo
vuestras Hermandades abanderadas de toda una tradición y devoción centenaria
sin igual.
Que el Señor y su Santísima Madre
os acompañen, os bendigan, os colmen de frutos espirituales y que esta comunión
vivida en Roma sea semilla de futuras sendas compartidas en la fe.
Amen.
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