PALABRAS DEL SANTO PADRE:
En el contacto salvífico con las
llagas del Resucitado, Tomás manifiesta las propias heridas, las propias
llagas, las propias laceraciones, la propia humillación; en la marca de los
clavos encuentra la prueba decisiva de que era amado, esperado, entendido. Se
encuentra frente a un Mesías lleno de dulzura, de misericordia, de ternura.
Era ése el Señor que buscaba, él,
en las profundidades secretas del propio ser, porque siempre había sabido que
era así. ¡Cuántos de nosotros buscamos en lo profundo del corazón encontrar a
Jesús, así como es: dulce, misericordioso, tierno! Porque nosotros sabemos, en
lo más hondo, que Él es así.
Reencontrado el contacto personal
con la amabilidad y la misericordiosa paciencia de Cristo, Tomás comprende el
significado profundo de su Resurrección e, íntimamente trasformado, declara su
fe plena y total en Él exclamando: «¡Señor mío y Dios mío!» (v. 28). ¡Bonita,
bonita expresión, esta de Tomás! (Regina Coeli, 12 de abril de 2015)
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